Seminario 2013-14

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Herejía

Reseña de la clase impartida por Anna Aromí


Rocio Arias


Reseña de la presentación de ANNA AROMÍ del Seminario 23 de Jacques Lacan: El sinthome, en el Seminario del Campo Freudiando en Granada el 23 de mayo de 2014.

 

Dice Anna Aromí que cuando hablamos de la "no proporción", la podemos entender bajo tres prismas:
1. La no proporción entre los sexos, es decir, que no puede haber una relación sexual porque falta la palabra para poder nombrar uno de los términos: el significante "la mujer" no existe.
2. También  se refiere a que el lenguaje mismo implica una no proporción porque no hay nada que junte el significante y su referente.
3. No sabemos qué proporción hay, si la hay, entre la palabra y el goce, no tenemos la equivalencia exacta en que  los significantes anudan el goce en los sujetos.

A toda esta zona de no proporción es a lo que responde el síntoma.

En su caso esta dimensión sintomática se manifestaba en el miedo infantil, en el esconderse; ambos eran una respuesta a la invasión de la pulsión que le venía del otro, a la presencia de la mirada de su madre que de joven había estudiado una técnica para poder ser sexadora de huevos de gallina que consistía en mirar los huevos a través de una especie de microscopio para saber si iban a nacer machos o hembras. Su pregunta histérica sobre si era hombre o mujer, si estaba viva o muerta estaba vinculada con la pulsión porque el sujeto del inconsciente de la niña que era, se ubicaba dentro del huevo para así sostener la mirada de su madre. Esto lo ilustra un sueño en el que sobre la escena en que alguien distribuía a los niños en una fila y a las niñas en otra, ella era un perro flotando vestido de bebé; es decir, no se ubicaba ni en un lado ni en otro. Este sueño también era una interpretación de la pesadilla infantil en la que caía en un agujero sin tener nada donde aferrarse, y la manera de sostenerse era flotar en el ni-ni. El síntoma del miedo, el síntoma del esconderse, eran buscar un lugar donde ocultarse para seguir sosteniendo al otro a partir de la pulsión, es decir, donde seguir gozando de la pulsión. Se escondía en el fantasma del ni-ni: ni del lado de los hombres ni de las mujeres, ni del lado de los vivos ni de los muertos. Sustraerse de esa elección era sustraerse de la castración. En ese ni-ni había un sentimiento trágico de la vida del que ella gozaba. Construía al otro materno a partir de la mirada y también a partir de una opacidad de la vida que le venía de la relación traumática de su madre con la muerte ya que estuvo a punto de morir dos veces y no existe un significante que nos represente a nosotros mismos en tanto que muertos.
También la muerte de su hermana que era su partenaire fantasmático produjo una desestabilización fundamental en ella porque no hay una palabra que represente la muerte de un hermano (existe huérfano-a, viudo-a), y esto no dependía de su neurosis sino que era algo estructural, en el Otro del lenguaje esa palabra no existe. Esa era la cojera fundamental de su neurosis. Y todos somos cojos porque no tenemos todos los significantes para explicarnos como vivos, o como femeninos, o frente a la feminidad en el caso de los hombres; la pieza fundamental no está y en su lugar inventamos el síntoma.

Esto da cuenta del caos en que ella nació y creció. El caos como la impotencia de lo simbólico para anudar lo real de la vida, para explicarla. Y el Edipo es una manera de poner orden en ese caos ubicando el nombre del padre, el deseo de la madre, el falo. El Edipo es una respuesta que nos damos desde la neurosis a ese caos.

El fantasma, el Edipo, el síntoma, es la construcción de un sujeto, lo que se construye en un análisis.

A continuación nos explica por qué tuvo que empezar tres veces el análisis para que lo que se produjera como resto fuera la posibilidad de un analista orientado por lo real.
El primero lo hizo con un psiquiatra freudiano con el que se produjo un encuentro con las palabras analíticas y con el que  captó una forma de hablar diferente que producía otro tipo de efectos pero no fue un trabajo analítico como tal. Con él cayó el ideal de la pedagogía  y apareció el de convertirse en analista.
El segundo lo hizo con una analista kleineana con la que aprendió algo de la exterioridad del propio deseo que viene del otro. Ella estaba comprometida con Lacan y su enseñanza y se analizaba con ella; la analista le dijo " ¿no debería analizarse con un lacaniano?" Esto la situó frente a su deseo, tuvo que elegir, dar pasos,caminar, arriesgarse. También aprendió lo que es tener una posición ética, la posibilidad de perder a un analizante como algo fundamental para poder acabar un análisis.
El tercero fue un analista kleineano pero con alguna fomación lacaniana, con el que llegó al final de su análisis, pero no como lo entendemos en la orientación lacaniana.
Asistir en París al homenaje por el décimo aniversario de la muerte de Lacan la puso en contacto con lo vivo de Lacan: sus amigos, su familia, sus alumnos, y este encuentro la hizo trasgredirse a sí misma, querer ir más allá, y querer entrar en la Escuela. Su filiación a Lacan era de deseo, y no podía continuar con este analista. La Escuela era el representante de lo real en la transferencia y la encontró en este viaje a París.
En este punto en el que ella nos cuenta lo que supuso este viaje a Paris, nos habla de la trascendencia de lo "vivo" de los textos de Lacan, del deseo de Lacan , de lo importante que es seguir el deseo de Lacan en sus textos, lo que late en ellos: no hay transmisión posible del psicoanálisis si no se trasfiere algo del deseo. Para que haya analista tiene que haber algo de lo vivo palpitando, tiene que haber entusiasmo.

Se analizó en París con el analista definitivo y lo eligió porque presenció una escena en la que él, una de las figuras más importantes del psicoanálisis, montaba en cólera con un bedel y allí Anna Aromí vió "el látigo" de su padre. El látigo era un objeto que ella le puso a su padre para elevarlo de estatura en todos los sentidos: un padre feroz, con talla, en el que poder creer, y un padre a la altura del deseo de su madre.

A continuación hace referencia al Seminario "El sinthome" para hablar de la lectura como un anudamiento, y nos relata una escena infantil para ilustrarlo: cuando tenía dos años su madre volvió a casa después de haber dado a luz, con el bebé en brazos. Ante esta imagen de su madre, la niña anudó lo siguiente: vio al otro completo y la respuesta histérica fue darse la vuelta y marcharse, es decir, ella misma se sustrae de la escena para que al otro le falte algo, para que aparezca el deseo. Para leer, para anudar, es necesaria la escritura, la escritura como sostén del pensamiento. Lacan para situar su paradigma, su concepción de lo que es ser viviente y por lo tanto de lo que es el psicoanálisis utiliza los nudos. La idea de lo real, simbólico e imaginario, la base, es que están separados, y la pregunta es qué los mantiene juntos. En Joyce es lo imaginario lo que se escabulle, y en la neurosis hay vocación de dispersión, entonces lo importante es ver cuál es el cuarto elemento que los mantiene anudados. Aquí cobra relevancia el síntoma porque es a la vez el motor que empuja un análisis y también lo que permite pensar por que el síntoma no es un impensable, con él podemos avanzar.

Esto enlaza con la idea de que un análisis tiene que estar anudado a lo vivo del analizante y tiene que consonar con lo vivo del analista que fue analizante, y ahí sitúa la cuestión del riesgo absoluto: Lacan tenía la vivencia del riesgo absoluto, se la jugaba cuando preparaba sus seminarios. Dice Anna Aromí que si no nos jugamos nada de lo vivo, ¿nos estamos analizando?.

¿De qué manera opera un análisis? ¿cómo se obtienen efectos en un análisis? Gran parte del análisis es la construcción y atravesamiento del fantasma como algo simultáneo que se hace por capas, van cayendo identificaciones: la alta, la viril... "La fuerte" tocó directamente la transferencia. Tuvo un pinzamiento ciático que el analista interpretó como "de un solo golpe se ha quedado así", es decir ella hace existir el látigo y aparece este pinzamiento. Ya no es látigo del otro, es el propio cuerpo como otro. Y estaba ligado a la transferencia, era un llamado al otro para que no la soltara en un
momento en que ella vislumbraba el final de análisis. El analista con su interpretación puso al otro en su lugar, nadie la había golpeado, no era el padre, el Edipo, no era el analista, era "usted con su goce", "usted con quien se las tiene que ver es con la pulsión no con el padre".
 Tras el pinzamiento tuvo el sueño de la "gamba": en él se ve su pierna tapada con un calcetín y una parte de la falda del uniforme, pero una parte queda al descubierto, a la vista, es decir está la pulsión escópica, no está tapada por lo simbólico. Ese trozo de pierna es ella, es su lado pulsional ofreciéndose a la mirada del otro. Este recorte es el objeto a, es la parte que no fue simbolizada por la cadena significante. La gamba es un equivalente del huevo, es una metonimia del huevo: ya no era ella dentro del huevo esperando que alguien le dijera si era niño o niña, sino que era una parte del cuerpo captando la mirada del otro.

El análisis hubiera podido detenerse aquí si se hubiera tratado de la construcción y el atravesamiento del fantasma pero ahora se ha caminado y se espera otras cosas del pase, es decir que entre el análisis, el saber y la escuela (el pase es la escuela) hay un nudo que no se puede deshacer.

La pieza suelta muy elaborada que se obtiene con el atravesamiento del fantasma no nos permite responder a las preguntas que Lacan se plantea a partir de "Encore", es decir, sobre el goce femenino. Lacan necesitó los nudos para responder a lo que había encontrado porque el goce femenino no se deja encerrar en el fantasma, en el objeto a.

El goce femenino no es solo un problema para las mujeres sino que los hombres también tienen que vérselas con él, y el cuerpo está implicado porque el goce femenino solo se localiza a partir del falo. Lacan nos habla de la película “El imperio de los sentidos” porque en ella se muestra cómo en el goce femenino está lo que queda del fantasma y lo que va más allá de él, cómo el falo no puede contener todo el goce femenino.

El  problema para el psicoanálisis es cómo se obtienen cambios en el análisis. Las respuestas a esta cuestión son siempre epistémicas, clínicas y políticas. El problema del psicoanálisis es ético y se podría formular como ¿qué hace lazo? Entonces, si partimos de la no proporción, ¿qué anuda una realidad vivible? Lacan dio varias respuestas a la pregunta ¿qué hace lazo? de las que podemos destacar tres:
En el seminario XI a través de los círculos de Euler, que explican qué hace lazo entre el sujeto y el otro a partir de la alienación y la separación, y el resto que queda de la operación que es el objeto a.
El Nombre del Padre: en la metáfora paterna lo importante es la significación del sujeto, quién es, qué es y esto lo obtiene a partir de la interpretación que el nombre del padre hace del goce de la madre.
En el seminario XVII, se explica el lazo entre lo simbólico y lo real a partir de los cuatro discursos que son cuatro formas de organización del goce a partir del desplazamiento entre cuatro lugares y cuatro elementos.

Lacan llega a los nudos cuando va más allá del Edipo de la mano del goce femenino y reconoce que no le sirve porque el padre fracasa en su función de anudamiento de este goce. El padre trata el goce pero deja un resto, el objeto a, que es el núcleo del síntoma. Cuando se dice que el padre es un fantasma estamos diciendo que la castración, en el sentido de la operación sobre el goce es otra cosa, es la père-version, en la que el padre da una versión de lo que ocurre cuando el hombre se sitúa frente a una mujer. No es el padre de la ley, es el padre del deseo, ya no es la madre sino una mujer, los hijos ya no son el falo de la madre sino que son restos de la relación del padre con una mujer.

Entonces ¿qué mantiene juntos lo simbólico, lo imaginario y lo real cuando su tendencia es ir sueltos? Lacan parte de la psicosis para interrogar a la neurosis y no al revés y esto lo hace en el  Seminario El Sinthome y supone un esfuerzo muy grande para los analistas ya que éstos creían que  la guinda de un análisis era el atravesamiento del fantasma y la formación que hacen tiene que  tener un efecto en los análisis; el nudo  escuela-formación-análisis es una apuesta radical y hacer existir ese nudo es lo vivo del psicoanálisis. Pensar que uno se analiza para obtener un  objetivo preestablecido mortifica el análisis e impide la salida. Anna Aromí se preguntaba cuál  era su sinthome. En la orientación lacaniana es una fuente de preocupación y de investigación, una pregunta útil en el empuje a seguir con el análisis pero también es un obstáculo como la  transferencia. ¿Qué encontró ella sobre su sinthome? Que no está escrito, que no deja de producirlo, se va formalizando cada vez que hace un testimonio. Aquí nos relata el sueño del Lacoste en el que ella se dirigía al cartel del pase y en la ciudad no había taxis para llegar; hay un mercadillo donde encuentra bolsos de la marca Lacoste, grandes, pequeños, auténticos, falsos…significantes que son los ideales que abandona. Acepta el ofrecimiento de una chica para llevarla en su moto que le permite recorrer el litoral. La palabra moto viene de “motus” que significa palabra en latin.
Descubrió que entre Lacoste-la costa-la cause-cos (cuerpo en catalán) existe un nudo. El sueño mismo muestra que está del lado de los vivos. Lacan dice que “la escritura es un hacer que sostiene” (p. 142 del seminario El Sinthome) el pensaminento y ella añade la palabra “dicha” que es la que hace nudo, la que hace que se sostenga la escritura, por eso su sinthome está en esta escritura que bordea lo real pero tiene que ser una palabra dicha, tiene que ser leída, traspasada a lo vivo de la transmisión para que ella haga sinthome. En su caso lo que vehiculiza la palabra escrita es lo que hace nudo para ella. Sin la comunidad analítica, sin la comunidad del pase no podría hacer funcionar su sinthome.