Salud mental y orden público
Jacques-Alain Miller
PRESENTACIÓN
El libro que tienen en las manos contiene el texto de la conferencia con que Jacques-Alain Miller clausuró las II Jornadas del Campo freudiano en Andalucía. Las Jornadas sobre “Salud mental y psicoanálisis” tuvieron lugar en Sevilla en el año 1988 y abrieron el camino al movimiento de extensión del psicoanálisis lacaniano en Andalucía que aún continúa.
Fueron las segundas de una serie larga que había comenzado el año anterior en Málaga y se continuaría en Granada durante dos años consecutivos. “¿Qué se busca en el saber?” tema al que se alude en el texto presente, fue el elegido para el siguiente encuentro andaluz. La noción psicoanalítica de pulsión definida por un “no querer saber nada” dio el pie a la investigación del año siguiente sobre lo que se busca en el saber.
Unas palabras sobre el contexto: en el año 1988 la reforma psiquiátrica estaba todavía finalizando en Andalucía y la noción de salud mental tenía “el peso de nombrar el lugar de trabajo” desde el que muchos practicantes se cuestionaban en relación con su práctica clínica.
La afinidad de la salud mental y el orden público era entonces casi un lugar común, una afinidad mucho más evidente quizás que ahora. El problema de entrar, salir y volver, al que se alude en el presente texto, quizás ya no se plantea del todo en esos términos. En un momento en que los lugares de encierro, los psiquiátricos, no existen ya como tales, ese problema se ha transformado definitivamente.
La afinidad que hasta no hace mucho, en todo caso aún en 1988, se manifestaba entre la salud mental y el Discurso del Amo en su versión dura, del orden público, ha acabado por transformarse en la asociación entre salud mental y Discurso de la Ciencia, versión del Discurso del Amo que tiene otra dureza. El problema se plantea ahora, de la manera más directa, en relación con los fármacos, en términos de tomar la medicación o no tomarla, o de volver a tomarla cuando la mejoría ha revelado ser pasajera y se ha presentado una nueva crisis.
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En todo caso, si seguimos la progresión en la disertación de J-A. Miller, la salud mental y el orden público coinciden en un primer momento. Pero enseguida el problema de decidir quién debe permanecer encerrado y quién no, como ya hemos dicho, se transforma en la decisión sobre la responsabilidad del sujeto. Y esta decisión sigue siendo materia de la salud mental, se trata de un segundo aspecto ligado al orden público, que le corresponde en su colaboración con la justicia. Es algo que no ha cambiado con el paso del tiempo.
Se trata de decidir si un sujeto es responsable y puede ser declarado culpable o si, por el contrario, su responsabilidad queda en suspenso por efecto de la enfermedad mental y no puede ser declarado culpable porque no puede responder de sí, de sus actos.
Como nos recuerda J-A. Miller, la responsabilidad y el castigo son nociones centrales, esenciales a cada forma de sociedad, a la configuración de una sociedad dada. Y precisamente nos permiten un atisbo sobre los cambios que se han producido en nuestra sociedad y desde la fecha de la presente conferencia hasta ahora.
Por otra parte y en un segundo momento, salud mental y orden público ya no coinciden por entero puesto que, según apreciamos en el texto, la neurosis obsesiva y la paranoia resultan ser no sólo compatibles sino estar perfectamente integradas en el orden público y social y, llegado el caso, ser fuente de aportaciones notables en el orden cultural, moral etc., es decir ser propiamente parte integrante, constitutiva, del orden social.
Es decir que lo que encontramos formando parte del orden público, del orden social más ampliamente, no es precisamente la salud mental sino en todo caso, la enfermedad. Como dice Miller en el texto “la paranoia pone de manifiesto una conexión estrecha con el problema del lazo social”. Y no podemos obviar esa referencia al lazo social como problema, pero no nos detendremos por el momento.
Si salud mental y orden público no coinciden del todo, el psicoanálisis y la salud mental no coinciden en absoluto. Y J-A. Miller lo llama la paradoja del psicoanálisis. ¿Cuál sería esa paradoja? Que, para el psicoanálisis, se trata de sujetos a los que hay que tratar aunque tengan buena salud y sean responsables. Desde el punto de vista psicoanalítico, la supuesta enfermedad mental no alivia al sujeto de su responsabilidad, de su culpa.
De este modo, como Miller nos indica en el texto, lo que Freud descubre en el corazón del orden social no es su afinidad con la salud sino su proximidad a la enfermedad -como en el ejemplo de la neurosis obsesiva y la paranoia, o más bien que esa enfermedad es una culpa, que el problema del lazo social, al que hizo referencia con anterioridad, es la culpa. Una culpa mítica en el fundamento de la Ley y de la sociedad y en el inconsciente de cada sujeto.
Hasta tal punto es así, que si no se puede comprobar la existencia de esa culpa, el psicoanálisis se hace imposible, así como su localización (en el sujeto, en el Otro) determina la estructura discursiva a que se atiene el inconsciente del sujeto. De manera que se puede afirmar que es la condición previa a todo tratamiento psicoanalítico posible.
Esta comunidad mítica de la culpa está en el fundamento de la sociedad, del vínculo social, y en el inconsciente de cada sujeto -estructurado como un lenguaje-, y aleja al psicoanálisis de la tiranía del Discurso científico al que se aproxima sin embargo la salud mental en su fascinación, creciente ya entonces, por la bioquímica cerebral y por la maquinaria genética más recientemente. Y además permite atisbar en cierto modo, alguno de los sentidos posibles en que podemos decir que la realidad psíquica es la realidad social.
El psicoanálisis se aleja de la salud mental entonces porque supone a cada sujeto, y al lazo social mismo, enfermo de una culpa que los constituye. Es decir, no el ideal de la salud quebrantado por la enfermedad sino la suposición de que el hombre, la humanidad está, en sí misma, enferma como ya supusieron los filósofos, como Miller nos hace notar al finalizar su conferencia.
El hombre, la humanidad, está enfermo porque su mente,como su cuerpo, sufre la injerencia constante de un pensamiento inconsciente que los trastorna. Un inconsciente que reproduce y perpetúa el discurso del Otro (del Otro familiar y social en primer lugar) en el que cada sujeto ha de insertarse para existir como tal.
Como ese Otro habla del sujeto mucho antes de hablarle a él, su estatuto es en principio el de objeto en el discurso del Otro, ya antes de acceder a una posición subjetiva de enunciación. De ahí que el “habla de mí” de la paranoia pueda hacerse extensiva a todos los sujetos y todas las formas clínicas. Es la paranoia atemperada de que habló J-A. Miller recientemente, constitutiva del vínculo social mismo. “Es imposible ser alguien sin el sostén de una paranoia”, continúa diciendo en ese mismo artículo[1], porque ser alguien es consentir en ser dicho, en ser hablado: “Que hablen... aunque sea mal”, resumiría esa posición de paranoia generalizada consustancial al propio orden social.
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Para la presente publicación, auspiciada por la Editorial Universidad de Granada y el Instituto del Campo Freudiano de Granada, hemos optado por una nueva redacción de la conferencia sobre “Salud mental y orden público” con objeto de incluir, en su lugar, las interesantes aportaciones que siguieron a la exposición en el debate subsiguiente y modificar algún defecto en las versiones anteriores.
Carmen Ribés
NOTA:
1. Miller, J-A. “La salvación por los desechos”, El psicoanálisis nº 16, noviembre 2009. Luis Iglesias