¿Quién analiza hoy?
Toni Vicens
Por Josefa Estepa
Toni Vicens explica el primer capítulo de La dirección de la cura, en el cual Lacan muestra el contexto de ese momento.
Fechado en el año 1958, tiene una función táctica-estratégica y política: situar el debate de la enseñanza del psicoanálisis en esa época en París. J. A. Miller presentó ese periodo a través de tres documentos: La Escisión, La Excomunicación y La Disolución.
El Psicoanálisis se ve situado en tres dimensiones: La política, la estratégica y la táctica: Tras la Segunda Guerra Mundial se asiste a la reconstrucción de lo destruido. Con los planes de desarrollo de lo años 50, de los que España queda un poco atrás, empieza a emerger una burguesía nueva y con ella los intelectuales. Va naciendo un estado del bienestar y se plantean nuevas demandas sociales, nuevas ofertas y nuevos discursos: Se plantea la difusión del Psicoanálisis. Surge la Asociación Mundial de Psicoanálisis.
Ante mayor bienestar hay más quejas. Éstas se expresan en la demanda. El psicoanalista las escucha, pero hay que saber escucharlas como queja de la civilización. Se plantea aquí el problema de la transmisión, de la enseñanza del psicoanálisis. En la nueva generación de psicoanalistas están Lacan, el más brillante de todos, Sacha Nacht, y otros. Se proponen hacer un Instituto de Psicoanálisis y presentan dos proyectos de estatutos: Uno Sacha Nacht y otro dos meses después, como contrapropuesta, Lacan. Son dos líneas de desarrollo diferentes: una, la de la neurobiología, la otra volver a Freud. Se produce la escisión: un pequeño grupo, junto con Lacan, se separa del mayoritario, salen de la IPA. Durante 10 años, desde el 53 hasta el 63, Lacan y su grupo hacen un trabajo que queda reflejado el revista La Psychanalyse. En ese tiempo hacen méritos para ser aceptados en la IPA. Elabora Los Escritos, La dirección de la cura, Función y campo de la palabra, entre otros. Sacha Nacht queda en el otro grupo.
Lacan plantea las sesiones de tiempo variable, que no aparecen en Freud. Eso para la IPA es inaceptable. En el año 63 hace una votación y sale que el grupo de Lacan es admitido si se excluye a Lacan y a Françoise Dolto. Dividen al grupo. A Lacan se le obliga a abandonar su enseñanza, la invalidan como formación de psicoanalistas, pero él se lo toma como una mueca de lo real, no como algo personal y anuncia que va a suspender su seminario. Ya no puede enseñar en la sala de la que disponía en el Hospital de Sainte Anne, y unos meses después retoma su enseñanza en la Escuela Normal Superior, cuyo director era Altusser. Asisten J. A. Miller, Judith Miller y otros, y se produce un fuerte flechazo entre estos jovencitos y Lacan: empieza una nueva historia del Psicoanálisis. La dirección de la cura nace en este contexto, y en ella Lacan deja claro cuál es la enseñanza que él da (año 58). Esta obra viene a completar la tercera parte de Función y campo de la palabra, el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Se establece el orden, interpretación primero y transferencia después. La dirección de la cura supone el concepto de deseo: deseo del analista y deseo del analizante. La cura es una relación de deseo a deseo, asimétrica. El principio de la cura en ese momento es que sólo un deseo crea otro deseo. “El deseo del hombre es el deseo del Otro”. Todo este escrito está recorrido por el grafo del deseo, por la articulación entre la necesidad, la demanda y el deseo. La dirección de la cura toma como Otro la PDA, obra de grupo, pero dirigida por Sacha Nacht, de la cual Lacan se burla. Es una obra basada en la neurobiología. Lacan toma como contrapunto la vuelta a Freud. Lo que plantea en La dirección de la cura es la cuestión del ser del analista. Se puede dividir en dos partes: Desde el capítulo 1 al 4, basada en la pareja interpretación-transferencia; el capítulo 5 dice que el deseo no puede ser reconocido sino interpretado, y hay que interpretarlo a la letra.
La pregunta del texto es ¿Quién es el analista? ¿Quién analiza hoy? Como respuesta tenemos la teoría de la interpretación, de la transferencia y del deseo del analista. A la transferencia de parte del analista la IPA la llama contratransferencia. Lacan dice que no hay contratransferencia, sólo transferencia y basta. La PDA va más lejos y considera el psicoanálisis como una reeducación emocional del paciente. El análisis didáctico es concebido como un adiestramiento hacia un mayor dominio de la situación. Lacan viene a restituir la autenticidad de la situación analítica hablando de lo imposible de dominar, de lo imposible de formar: el deseo del analista. Éste domina nada, es alguien dominado por su deseo. La PDA ve al paciente como sujeto meramente de la demanda, mientras que nosotros lo vemos como sujeto de deseo que produce una demanda. La PDA basa la situación analítica en el ejercicio de un poder. Para nosotros lo que da poder al analista es primero, la obra de Freud, y segundo, su deseo. Los analistas no tenemos otro poder que el que nos da la autoridad de nuestra palabra.
En el segundo apartado Lacan dice que el analista dirige la cura, que no es lo mismo que dirigir al paciente. La cura comienza haciendo que en el sujeto de la experiencia se aplique la regla psicoanlítica. El analista introduce una diferencia en lo monótono. Lacan dice que por poco que el analista hable hace patente su ser. El analista se presenta en su ser de deseo.
El analizante siempre paga algo por su análisis; el analista también paga. Paga con su palabra, su interpretación, su ser de deseo, su síntoma, síntoma civilizado, formado, en el corazón del ser. Presta su ser en la transferencia. La PDA dice que el analista debe ser bueno, y que lo que interesa al psicoanálisis no es tanto lo que el analista dice, sino lo que es.
Lacan dice que hay que poner en tela de juicio al analista. El ser del analista es aquello que siempre faltará en la interpretación. El analista interpreta después del decir. Quien manda en la dirección de la cura es el analista. Pero el analista nunca sabe exactamente del efecto de sus palabras. Cuando hablamos se trata de palabras, no de sentido.
No hay interpretación que no tenga sentido por la transferencia. Lo que el analista dice siempre está hipotecado a las condiciones de la transferencia. Nacht rechaza explícitamente el análisis de la transferencia. Señala un descondicionamiento de conductas al que llega el paciente mediante el análisis con el consentimiento requerido del sujeto. Lacan dice que si perdemos de vista la transferencia, considerándola un escollo, perdemos el camino. En esa época nace la teoría de la contratransferencia en el seno sobretodo de la escuela inglesa, y con analistas mujeres. La contratransferencia sería la transferencia que el analista siente por el paciente. Hoy sigue vigente entre los psicoanalistas norteamericanos. La teoría de la contratransferencia no enuncia el deseo del analista, sino que da testimonio de este deseo bajo la forma de una demanda, la demanda propia de la curación.
La transferencia es una estrategia, un juego de estrategias. Esta teoría de juegos trata de anticipar lo que está en juego. La teoría de la transferencia es como un juego de estrategias. La transferencia es aquí el lugar del Otro. En la situación analítica el campo de posibilidades está determinado por la transferencia. En el lugar del Otro están inscriptas todas las posibilidades del juego. El análisis termina cuando de reencuentran estas posibilidades que estaban ya de entrada, pero no se sabía que estaban. El analista deja que el Otro se vaya inscribiendo a medida que el juego analítico progresa. La presencia del analista se reduce en ese proceso de escritura a una sola cosa, a estar en falta, es lo que Lacan llama falta en ser. El ser del analista está en juego en este proceso analítico, en el proceso de inscribir el marco de posibilidades de la transferencia: es el marco del fantasma. Ningún análisis sale fuera del marco del fantasma. Quizás el analista va más allá de su fantasma, es la pregunta sobre el ser del analista, sobre el deseo del analista. El ser del analista se inscribe en falta para permitir el trazo que va inscribiendo los caminos que se dan en el campo del Otro.
¿Quién habla? Es la pregunta con la que Lacan concluye esta primera parte del artículo a la que intenta dar respuesta.