¿Cuál es la situación actual de la transferencia?
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¿Cuál es la situación actual de la transferencia?

Enric Berenguer

Por Francisco Zafra

Pocas cosas han cambiado tanto en el psicoanálisis como la cuestión de la transferencia y las condiciones en las que ésta se desarrolla. Y es que no se puede separar la transferencia de la cuestión de las relaciones del sujeto con el significante amo.
Lacan definió el psicoanálisis como la transformación de esta relación, y la transferencia como uno de los medios fundamentales para dicha transformación. Y esto es una cuestión de indiscutible vigencia en el momento actual.
Para abordar el tema, Lacan va a partir de un texto de Daniel Lagache, titulado “Le problème du transfert”, informe encargado por la IPA para ser expuesto en la XIV Conferencia de Psicoanalistas de Lengua Francesa, de 1951. En un intento de dilucidar sobre el conjunto de teorías que hay sobre la transferencia en ese momento. 
Lagache utiliza el término “estancamiento”, para referirse a esta cuestión, mientras que Lacan define la situación como de “degradación”, para referirse a lo que considera un retroceso.
Este retroceso se debe a que los analistas de la época no consiguen encontrar una teoría de la transferencia que la reubique en torno a su causalidad y quedan atrapados en la selva de los efectos que esta produce. Entienden la transferencia como un medio para conseguir una regresión, y con ello permitir al sujeto alcanzar las formas constituyentes del yo; pasando por una frustración, producida por no haber respuesta a la solicitación amorosa en la transferencia, esta frustración va a desencadenar el desarrollo de una cierta forma de agresividad, y va a conducir finalmente al sujeto a una regresión que le permitirá revivir en la transferencia las formas más primitivas del yo y sus defensas, y las formas de la relación con el objeto.
Lacan por el contrario, explica la transferencia por la forma en que el dispositivo analítico coloca al sujeto, confrontándolo con el significante de la demanda, algo de lo es sujeto es portador, pero que sólo a través del encuentro con el analista es que el sujeto puede realizar un trabajo de extracción de dichos significantes, y esto va a generar toda un serie de efectos de modificaciones subjetivas, que se van a ir revelando en lo que Lacan llama el “desarrollo de la transferencia”.
Para explicar este viraje va a utilizar la teoría de la demanda y el deseo expresada en el grafo del deseo.
Lacan no plantea como motor de la regresión la noción de frustración, sino que va a introducir algo equivalente, y es la idea de no respuesta a la demanda. No es cuestión de negar la validez de la experiencia que se describe, sino de reconceptualizarla desde un punto de vista teórico distinto.
Por lo que vemos, Lacan hace varias críticas: una primera en torno a la idea de causalidad, definiendo la transferencia como una reactualización del significante de la demanda, del analista como alguien que va a ocupar el lugar del Otro, y a partir de ahí se produce una operación específica.
La segunda crítica aparece en el segundo párrafo, las teorías de la transferencia en la IPA son teorías parciales, centrándose cada una en un aspecto limitado de la transferencia, nadie es capaz de dar una lectura global. Lacan va a dar una explicación global, por medio del grafo.
El grafo es para Lacan una tópica en el sentido freudiano, es decir, una estructura del aparato psíquico a la vez que una descripción del dispositivo analítico mismo. Para que coincidan ambas tiene que haber homogeneidad entre la descripción de la estructura y la descripción del dispositivo analítico. Casi como un algoritmo.

Una tercera crítica de Lacan es que en todos los debates del momento está prevaleciendo una definición de la transferencia como sucesión y suma de sentimientos positivos y negativos que el paciente dirige a su analista, y que cada vez se adhiere más al sentido común analítico. Lo que produce una confusión del registro de las causas con el de los efectos. Dar una definición de la trasferencia en este sentido es definirla por los efectos que produce, y por tanto se trataría más de una descripción que de una definición.
A partir de estas críticas, Lacan se plantea una serie de preguntas que irá respondiendo en capítulos posteriores:
¿En la relación con el analista, es lo mismo el efecto que se manifiesta en el enamoramiento primario que se observa al inicio del tratamiento, del que luego aparece definido como la trama de las satisfacciones tan difíciles de romper y que hacen que la neurosis de transferencia parece que rebase los medios propiamente analíticos? Esta es una paradoja que Freud ya planteó. ¿Cómo lo que primero aparece como un recurso facilitador se acaba convirtiendo en el problema mismo a resolver?
O sea, La transferencia como algo que surge al principio de la cura y que Freud definió como motor del tratamiento, lleva aparejadas toda una trama de satisfacciones que hace tan difícil de romper la relación analista-analizante y hacen que finalmente la neurosis de transferencia se constituya como un obstáculo. Un obstáculo que parece imposible de resolver con los medios analíticos, porque si es un efecto del psicoanálisis, ¿cómo puede resolverlo el mismo psicoanálisis?
Lacan anuncia sutilmente que su teoría de la transferencia va a resolver esta pregunta, y en capítulos posteriores va a plantear que la transferencia primaria se puede entender como un efecto de la identificación con el significante de la demanda de amor. Con lo cual no se trata de un enamoramiento del analista, sino que podemos traducirlo por un enamoramiento de aquello que dice el analista. Se trata de una identificación del sujeto con algunos de los significantes de la demanda en tanto demanda de amor. Lacan distingue además el desarrollo de la transferencia entendida como desarrollo en la articulación del circuito de la demanda, con sus regresiones, impases...de algo que sitúa en otro nivel, que es la cuestión del deseo, que podrá hacer que en la transferencia se de el paso más allá del límite, el límite en el que el sujeto se encuentra atrapado en el desarrollo de su demanda (el circuito de la demanda).
Podemos pensar una solución...
Es en la distinción entre demanda y deseo de la demanda que vamos a encontrar la respuesta a la dificultad de suprimir la satisfacción que hace esta relación tan difícil de romper. Es a través de la interpretación que el analista va a reintroducir o sostener la dimensión del deseo como lo que permite una salida de esa relación alienante con el Otro de la demanda.

Aquí Lacan hace aquí una advertencia fundamental en el orden de lo epistémico, posición constante a lo largo de toda su enseñanza: “Existe una relación muy estrecha, una homogeneidad, entre la noción de transferencia y su manejo”. El psicoanálisis es una praxis, no se pueden distanciar la teoría y su efectuación.
A partir de aquí, Lacan va a tomar tres particularidades de la teoría, las más representativas de la práctica analítica, a las que llama aristas del dispositivo analítico. Y no está tan interesado en criticar las corrientes concretas de la teoría, sino las parcialidades de la teoría. Estas parcialidades de la teoría van a ser desarrolladas por distintas corrientes:
-La que denomina como genetismo.
-La centrada en la noción de relación de objeto.
-Y aquella que se centra en la noción de introyección intersubjetiva.
El genetismo es una corriente ligada fundamentalmente a Anna Freud. Que desarrolla un aspecto aislado de la teoría de Freud, se trata del descubrimiento de Freud de que existe una parte del Yo, una parte inconsciente vinculada a las pulsiones. Que la relación entre el Yo y el Ello no es sólo de oposición, sino que hay algún tipo de anudamiento entre los dos. Y de aquí, Anna Freud va a deducir una práctica: si el Yo y el Ello están anudados, se pueden conocer las formas primordiales de la relación del sujeto con la pulsión a través de la exploración regresiva de las formas en las que el Yo se defiende de la pulsión. El Yo se convertiría en un acceso a lo pulsional y el análisis se concibe como la regresión exploratoria de esos mecanismos de defensa que nos permiten situarnos en el punto primordial en el que en el sujeto se produce un anudamiento entre su Yo y lo pulsional.
Para Lacan, lo que nos plantea esta teoría es la idea de que, hasta cierto punto, podemos domesticar las pulsiones, y que esto es positivo. Como si la relación del sujeto con las pulsiones se pudiera racionalizar.
Esta corriente acaba planteándose una noción de pulsión accesible a los medios de control del Yo. Y acaba definiendo el análisis como una especie de domesticación de las pulsiones. Lacan plantea que esta ideología (uso ideológico de los conceptos freudianos), la del control de las pulsiones, es la que se acaba imponiendo, y el análisis acaba atrapado en cierta forma de conformismo. Lo describe como muy vinculado a la noción de pattern (patrón). El analista queda como un patrón con respecto al cual se mide el desorden de lo pulsional.
Mediante esta ideología se puede llegar a una relación conformista con las pulsiones. El sueño de que se pueden racionalizar las pulsiones. Mientras que para Lacan lo pulsional por definición no puede reducirse a ningún tipo de conformidad.
Al cargar aquí las tintas se está atacando especialmente a la psicología del Yo. Tomándola como una psicología adaptativa.
¿Qué alternativa va a dar Lacan? ¿Qué sucede con la pulsión?
Para Lacan, idea de pulsión está anudada a la idea de discordia, y esta idea de discordia es totalmente opuesta a la idea de patrón.
¿Cómo introduce Lacan esta idea de discordia de lo pulsional en la transferencia? Lacan sitúa al analista encarnando la relación de una discordia, y no de una concordia. Y así es como tiene en cuenta lo pulsional en el dispositivo analítico.
La segunda teoría es la que relaciona la transferencia con el eje de la relación de objeto, iniciada por K. Abraham. Este pone en un primer plano de la transferencia la idea de la relación con el analista como representante de cierto tipo de objeto. Y para eso parte de una teoría del objeto, tomada de Freud, y que es la noción de objeto parcial, y también parte de otra definición del objeto que está incluida en una cierta noción de amor, entendida como una relación distinta con un objeto de otra naturaleza. Es decir va a poner el énfasis en la distinción que hace Freud entre el objeto parcial y algo que siempre aparece en Freud como una pregunta: ¿Si hay una unificación de las pulsiones en el plano de la genitalidad?
A Freud no se le escapó que las pulsiones como tales, siempre son pulsiones parciales.
La idea de una unificación de las pulsiones en la relación amorosa siempre aparece para Freud como algo problemático. Abraham va a distinguir el objeto parcial, de la idea de que existe un objeto de otra naturaleza y genera un desarrollo que se aleja de su origen freudiano. A partir de Abraham se comienza a articular la idea de que se puede introducir la idea de un cierto objeto de amor total. Y se va a convertir en el origen de una corriente psicoanalítica que está siendo dominante en este momento. Llegando a pensarse que en el desarrollo del sujeto hay estadios más evolucionados del amor, y menos evolucionados.

En el genetismo se producía la idea de evolución del yo, y en este movimiento se trata de una evolución del objeto. Como si el objeto pasara de lo que sería la perversión polimorfa del niño (registro de los objetos parciales), al amor adulto como registro del objeto como totalidad. Esto produce una lectura del análisis como una relación de objeto en la que de lo que se trata es de conseguir una reunificación de lo pulsional en torno a la idea de objeto de amor. Objeto de amor que resultará ser aquello que encarna el analista. Se trata de la idea del análisis como un control de lo pulsional a través de una ideología de la oblatividad, a través del amor desinteresado; y que deja a un lado la idea de una discordia de lo pulsional, que como dice Freud, es inseparable de la vida humana.
Como recusa Lacan, la discordia de lo pulsional no es algo a eliminar, sino a convertir en algo operativo dentro del psicoanálisis. Ni mucho menos se trata de pensar que hay toda una categorización en la satisfacción de lo pulsional, diferenciando entre diferentes maneras de alcanzar el orgasmo, o relacionándolo con una cierta idea de amor superior, o amor total de objeto.
La tercera de estas parcialidades de la teoría va a utilizar el concepto freudiano de introyección y es desarrollada por Ferenczi.
¿Qué quiere decir introyección? Que el sujeto toma algo del otro y lo incorpora ingenuamente a la situación analítica. Dice Lacan que sin un concepto de cuál es el este tipo de objeto que puede estar en juego, en la introyección se fuerza la imposición de la transferencia en lo que tiene de registro de una relación de satisfacción real, con las consecuencias eso tiene y que son del orden del pasaje al acto, y que acaban constituyendo toda una serie de patologías del acto analítico.
Lacan plantea dar otro tipo de destino al concepto de introyección freudiano, por medio de una teoría adecuada, que será para él la teoría del falo.
Para Lacan el concepto de introyección tiene validez partiendo de la idea de que lo que se introyecta no es un objeto real, sino que se trata de un objeto que por su naturaleza es simbólico, se trata del falo.
Para Lacan, una cosa es que el analista sea portador de un objeto imaginario y otra es confundir al analista con este objeto. Esta confusión se debe a que el analista no tiene claro cuales son los efectos de la transferencia. Y las derivaciones teóricas de esta situación son múltiples, así Strachey habla del Superyó del analista, Balint de identificación narcisista con el analista.
A Lacan lo que le interesa es buscar un eje único que de una explicación a estas teorías que adolecen todas de la misma carencia: todas estas orientaciones tienen que ver con lo que el va a llamar el significante fálico y al ser desconocida la naturaleza de la incorporación simbólica lo que sucede es que esto pasa al plano de la realidad.
Matematizándolo: por un lado no se puede pensar la incorporación en términos simbólicos porque se desconoce la dimensión simbólica del falo. Por otra parte la regla de abstinencia prohíbe que esto se consume en la realidad y lo que queda es que la declinación imaginaria de toda una serie de fantasías relacionadas con esa idea de incorporación. El análisis acaba convertido en una declinación interminable de todas las formas de llevar a cabo eso en la fantasía. Y acaba llevando al analista a un terreno en el que roza la obscenidad.
Todo esto la va a explicar también Lacan a través de un caso de R.L.
Lacan dice que el objeto que está en juego en la transferencia no es un objeto que el analista pueda encarnar, sino que se trata de un objeto de naturaleza significante, y que corresponde al falo, distinto de la presencia real del analista. Por lo tanto, todas las intervenciones del analista que tienen por objeto sancionar de una forma positiva distintas aproximaciones al objeto real encarnado por el mismo, llevan a un efecto de perversión del dispositivo. Como son, por ejemplo, las complacencias del analista ante las formas imaginarias con las que el sujeto incide en lo que serían las características personales del analista.


Y en cierto modo esta situación está sostenida en algo por un deseo del analista. Y el efecto que se produce es una perversión, ya que el analizante acaba interrogándose por cual es el deseo implícito en esas interpretaciones, y la respuesta del sujeto es un pasaje al acto.
(La idea de que el analista es portador del objeto cuya incorporación sería la solución para el neurótico y sus limitaciones en el amor, conduce al estímulo de fantasías que se sitúan como una especie de respuesta imaginaria al deseo del analista) Y esto conduce a un estilo que produce una gran obscenidad en el análisis.
Todo esto se podría evitar. Para Lacan, lo importante sería interpretar la causa de la transferencia.
Lacan en el grafo va a tratar de plantear su teoría de la transferencia, de lo que se trata es de plantear que la eficacia de la transferencia se basa en que es algo homólogo a la tópica misma de la subjetividad. Se trata de suponer la relación entre analizante y analista con esta estructura fundamental que consiste en que el sujeto del inconsciente se dirige al Otro estableciendo en es este acto de dirigirse al Otro, una relación que Lacan va a llamar de demanda.
Plantea con esta relación de demanda que existe por estructura un efecto de alineación y sugestión estructural, pero que de lo que se va a tratar es de cómo trascender esto y pasar a otro plano. Hay una serie de dificultades que se pueden definir como quedarse atrapados en el piso superior del grafo, es decir, no introducir un más allá de esta alineación constitutiva del sujeto con los significantes de la demanda, y ver al analista como representante de esta función del Otro.
Introduciendo un más allá de la demanda, que es el deseo, se trata de pensar como eso se produce a través de la transferencia, o facilitado por la transferencia.
La teoría de Lacan consiste en pensar la transferencia como la manera en que el analista deja de ocupar el lugar del otro. Y por tanto es relativamente irrelevante si esta relación de la demanda con el otro se van a destacar los efectos de identificación yoica o los efectos de identificación con la demanda de amor, porque en última instancia se trata de dos modalidades que coinciden en fijar al analista al lugar del gran Otro, en vez de pasar a otro nivel donde el analista deja de ocuparlo.
Se trata de diferenciar entre transferencia y sugestión (Seminario V).
Pasar de las formas de ocupar el lugar del Otro, a las formas de desocuparlo. La resistencia a encarnar las distintas modalidades del Otro.
El análisis como un dispositivo que se define por un vaciamiento, tanto en lo que sería la función del otro, como en la relación de objeto, se trata de que el sujeto elabore los términos de su relación con el Otro en los términos de su fantasma.
El analista ha de sustraerse de estos lugares. Y el grafo del deseo se plantea como el paso a un registro en el que se introduce lo que se podría llamar un horizonte deshabitado.
En tanto en cuanto los analistas no dispongan de los conceptos adecuados, acaban encarnando esa posición del Otro, y esto se traduce en el ejercicio de un poder. Todas las maniobras que van por el lado de dar consistencia a este Otro son un intento de mantener el poder de la sugestión.
El analista sólo puede servir como lugar donde el analizante deposita el objeto de su fantasma, para de ese modo poder deshacerse del mismo. Así se consigue alcanzar el horizonte de la relación analítica: la caída del Otro como tal, y del Objeto como Objeto.
¿Qué pasa en la actualidad, cuando ese poder no es tan evidente? El paciente viene en una relación del sujeto con los otros que ya no está marcada por la idealización, y que dificulta una transferencia mínima, debido a que el Otro está en sospecha.
¿Qué opción podemos llevar a cabo? Ya que el panorama es tal que incluso se está renunciando actualmente a la noción misma de transferencia, como se puede ver en el acercamiento al cognitivismo.
Se trata de pensar la situación del sujeto como producto de una serie de antinomias en su relación con el goce, y es a partir de la interpretación de estas antinomias, que se produce un efecto de transferencia. Se trata de olvidar la impostura de pretender ponerse en esa función del Otro y apuntar hacia esa relación del sujeto con su goce.

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