Apartado III. Con Freud. Puntos 6 y 7 (páginas 534-538)
Alejandro Martínez
Reseña de la presentación del Vilma Coccoz sobre el “apartado III. Con Freud. Puntos 6 y 7” del Escrito de Jacques Lacan: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis” en el Seminario del Campo Freudiano de Granada el 20 de Enero de 2018.
Se comienza con la pregunta del porqué del título “con Freud” si no encontramos muchos significantes freudianos. Más bien, aquí queda plasmada la traducción del saber psicoanalítico freudiano con conceptos que vienen de otra parte, intención de Lacan de renovar la obra de Freud y ponerla a la altura de su época.
J. A. Miller señala dos vías conceptuales que Lacan reúne. Por un lado el existencialismo de Sartre, y por otro, la lingüística de Jacobson y los modos de significación. A través de Sartre, Lacan introduce la primera concepción de la psicosis basada en la identificación. Ante la pregunta ¿qué soy ahí? el neurótico requiere para identificarse del reconocimiento de los otros, el psicótico prescinde de este reconocimiento para decir “soy”. La falta en ser y la pregunta a cerca de la existencia en función de lo que viene del otro permite a Lacan con ayuda de Sartre sacar al psicoanálisis de la prisión del Ego, esta era, la idea de que el objetivo del psicoanálisis era devolver al Yo la capacidad de adaptarse a la realidad manejando las exigencias del Ello y el Superyó.
Liberar al psicoanálisis de la prisión del Ego permite traducir la existencia del sujeto como sujeto del inconsciente en términos de relación del sujeto con el ser, y no tanto con el mundo. Esta relectura de Freud concluye con la primera topología del cuaternario, es decir, donde antes había una estructura formada por tres elementos en el Edipo freudiano Lacan añade un cuarto, intoduciendo así la relación con el Otro.
En su esquema R, Lacan por primera vez pone en un esquema su diferenciación de los tres registros, que ordenan la existencia del ser hablante, sostenida por identificaciones simbólicas e imaginarias, y teniendo presente algo que no entra en la comunicación, un vacío, algo real. En primer lugar se define al sujeto en lo simbólico como un sujeto muerto. Puesto que el lenguaje le preexiste entra como muerto, pero es como vivo que va a jugar.
Los postfreudianos tomaron la realidad del mismo modo que la psicología, la realidad existente como tal. Para Lacan lo importante es cómo se construye la realidad para un sujeto, qué hace posible que alguien responda al discurso del Otro, se enganche con ese discurso que representa la realidad. El esquema R viene a plasmar la estructuración subjetiva de la realidad, se estructura a partir del triángulo edípico y el triángulo imaginario, a partir del recubrimiento de ese lugar vacío.
Es en el lado imaginario donde el sujeto va a jugar como vivo, lugar donde Lacan ubica el falo. En psicoanálisis lo vivo es a partir de la imagen fálica, no existe una relación dual con la madre, la madre hace surgir una imagen deseable a la que intenta convocar al niño. Éste, según sus respuestas, entra a jugar así a lo que la madre le propone.
Frente a todo lo tematizado por los postfreudianos respecto de la relación de objeto, en la que el Yo tenía que ser autónomo y lograr la síntetis para poder relacionarse con el objeto adecuado, el objeto genital; Lacan opone que la primera relación de objeto es con el objeto señalado por el deseo de la madre. Frente a los estados preedípicos de Melanie Klein, donde el debate sobre la sexualidad femenina y el falo queda obturado, señala la importancia de volver a Freud y al Padre. No serán entonces estados preedípicos sino estados pregenitales que se ordenan de forma retroactiva en el Edipo. El falo estará presente como mediador con el deseo, y en distintos momentos va a tener distintos abrochamientos. Lo importante es el momento donde se abrocha al Padre como tal.
Lacan se refiere a la función imaginaria del falo y hace intervenir al Padre como razón del comunicación imaginaria en torno a aquél, como la significación de la vida, del deseo. Existe una conexión entre esa significación y el significante del nombre del padre.
¿Y qué ocurre con el Edipo en las psicosis? Ida Macalpine consideró que el padre no tenía la última palabra en la organización subjetiva y recurrió a lo que consideraba conceptos preedípicos previos, como la función anal, apoyándose en la existencia de culturas heliolitistas donde la sexualidad no estaría vinculada al padre. Para Lacan, al contrario, el padre está de entrada. Si existe la comunicación imaginaria, el falo como elemento mediador que hace que todos los objetos sean deseables o no, tiene que existir en el inconsciente del sujeto la presencia del significante del padre como significante que condiciona la paternidad. Y que no esté inscrito no significa que no haya padre, al contrario. A falta de su inscripción simbólica su presencia en lo real y en lo imaginario es absoluta, en Schreber la figura del Dios Padre que quería gozar de él.
Del mismo modo, Lacan critica a Jones y su observación sobre las tribus primitivas y su no desconocimiento de la importancia del padre y del coito para la procreación, pues para él esto no tiene la menor importancia. Lo importante es que en dichas culturas el significante del nombre del padre puede estar en otro lugar (un monolito, un espíritu..), se trata de su presencia simbólica.
La atribución de la procreación al padre no puede ser efecto sino de un puro significante, de un reconocimiento no del padre real, sino de lo que la religión nos ha enseñado a invocar como el nombre del padre. La religión da una respuesta fantasmática a las preguntas del sujeto. Como decía Lacan, existen dos discursos respecto al goce con efecto real en el cuerpo: la religión y el psicoanálisis. Por eso la importancia de estar advertidos de no convertir al psicoanálisis en una religión, pues ocupan el mismo campo de significación, bajo la pregunta ¿qué soy ahí?.
Alejandro Martínez